Hoy dije otra mentira e intento superar el día. Nadie ve como son mis juegos. Hay días en que me encuentro bien y por un momento, por un momento encuentro esperanzas. Pero hay días que no me encuentro bien y necesito tu ayuda así que me dejo llevar. Estos secretos son paredes que nos aíslan
Courage - Superchick
Mis desordenes alimenticios comenzaron a la edad de 13 años.
Cuando tenía trece ponía cosas en mi diario como “¿me veo gorda?” , “debo dejar de comer ‘x’ cosas…” “¡Tengo que hacer ejercicio!” y demás frases similares. Aun no sabía nada sobre la anorexia y la bulimia pero ya me sentía mal cuando comía cosas fritas en el colegio. En mi cuarto, al momento de cambiarme el uniforme, me demoraba siglos en salir. No sabía que ponerme, nada me quedaba como quería. Mil veces hubiese preferido quedarme con la ropa escolar para al menos tener una excusa de porque me veía mas “gordita” que mis hermanas mayores. Así al menos podía decir que el “uniforme no era a mi medida”.
No estaba gorda. Seguro que ni pesaba 56, pero yo me hacia todo un alboroto porque no tenía el cuerpo que tenia a los 11 o a los 12. No estaba tan delgada como en esa época. Y claro, obviamente no iba a estar igual. Mi cuerpo estaba en desarrollo (¿estaba?), por eso había subido unos kilos. Y yo no entendía. Lo único que entendía era que no tenía la misma delgadez que mis super delgadas hermana gemelas.
Un año después ocurrió una crisis en mi casa. Tuve que dejar de estudiar para cuidar mi seguridad(no por problemas en la economía familiar, vengo de una familia “acomodada”) y desde Junio hasta Septiembre me la pase prácticamente encerrada en mi cuarto. El primer mes no salía de mi casa porque mis padres me “recomendaron” no hacerlo, pero los demás meses prácticamente no salí de mi cuarto por decisión propia.
La depresión llego ese mes a mi vida.
Me la pasaba encerrada viendo videos y recordando a mis amigas. Leyendo, escuchando música. Viendo fotos y preguntándome porque demonios había pasado eso. Hacia todo esto mientras yo…comía. Medio que me refugie en la comida. Comía echada, sentada, parada, tirada en el piso. Comía, comía y comía. Si antes me sentía algo culpable por comer, pues ya no me importaba nada. ¿Para que? ¿Por que? Mi vida estaba prácticamente arruinada. Un poco exagerado pero para mi el mundo se estaba acabando.
A finales de Septiembre mi mamá comenzó a exigirme que haga algo. Las aguas se habia calmado un poco y yo debía salir. Digo, al menos una vez cada 15 dias. Era hora de tomar aire. Fue tiempo de darme cuenta que todo lo que comí había cobrado factura.
Entonces conocía a Mia.